La ciudad de Vigo fue conocida algún tiempo con el
sobrenombre de “Ciudad de la oliva”, y actualmente “Ciudad olívica” debido a
que en el atrio de la iglesia de la Colegiata de Santa María existía desde muy
antiguo un gran olivo. Este olivo fue plantado por los Caballeros monjes
Templarios, cuando éstos regían la feligresía.
El viejo árbol, símbolo de la Paz, tantas veces desgajado
para conmemorar -con sus ramas- la entrada del Salvador en Jerusalén,
desapareció al construirse la actual iglesia.
Olivo de Vigo en Paseo de Alfonso XII |
Al ser derribado el olivo, D. Manuel Ángel Pereyra
-administrador de la Aduana e hijo político del no menos famoso, Alcalde D.
Cayetano Parada y Pérez de Limia- recogió una de sus ramas y la plantó en el
huerto de su casa, delante de la Puerta del Sol. Allí arraigó y creció hasta
que el desarrollo de la ciudad lo hizo desaparecer, no sin antes ser plantado
de nuevo en el Paseo de Alfonso XII -donde puede verse en la actualidad-, por
sus descendientes, para que no se perdiese la vigorosa estirpe de aquel
simbólico árbol de la tradición viguesa.
En su nuevo emplazamiento, el olivo fue protegido con una
verja de hierro; donde fue colocada una placa de bronce acreditando la promesa
que ante él, hicieron los vigueses de “amor, lealtad y abnegación por la
ciudad”, en agosto de 1932.
El olivo forma parte del emblema heráldico de la ciudad.
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